jueves, 25 de marzo de 2010

La Musa...

Haciendo un respaldo de mis programas encontré esto perdido por ahí... no estoy seguro de haberlo publicado en otro blog. Recuerdo el día en que escribí esta historia. Cumpleaños de alguien que ni conocía en un boliche de Baires. Cuando entre al bar había tomado whisky, fernet, vodka y vino. Cuando salí había tomado el doble.

Pensaba escribir una serie de historias en torno al Clepsidra, una palabra que me regalo un fantasma hace ya bastante. Hermosa palabra en realidad, un reloj que no es un reloj. Que jamás da la misma hora al día siguiente. Solo avanza, solo se gasta. Entonces nació este pequeño universo del Clepsidra, un bar donde todos los clientes son parte de mi mente. Mis miedos, mis pasiones, mi pasado y mi futuro. Pero en ese bar, de vez en cuando entra alguien foráneo y desata conflictos entre los clientes habituales.

Quizás escriba más historias de bar.

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Entra tarde al Clepsidra, como siempre. Se sienta en la barra y pide un whisky on the rocks. El barman distraído habla con el Pasado mientras sirve cerveza de barril con demasiada espuma. Esta noche el lugar esta repleto de sombras que se mueven bajo las luces flotantes del viejo bar. Habla con una mientras espera su trago. El a qué te dedicas, el por qué estas aquí. Las preguntas de rutina que no conducen a ninguna parte. Sonríe y habla mientras Ego lo observa atento desde una de las mesas. En eso, entre los pasantes aparece ella. La mujer más bonita que alguna vez hubiese visto. Clava en ella la vista sin poder controlarse. Esta seguro de haberla visto en alguna parte. Esta seguro de que ya escribió sobre ella. Pero esa sensación no es nueva, así que sigue tomando y la ve perderse entre las sombras. Se conforma pensando que no volverá a verla, así que sigue hablando, del a qué te dedicas, del por qué estas aquí. Compra unos tragos más y, aunque ya esta ebrio, siente esa extraña sensación de lucidez. Y ella vuelve a aparecer, distraída, ajena. Y él sabe que esto es un juego perdido, demasiada música, demasiado alcohol. Pero la ve y se pregunta si podría dibujarla, si podría escribir algún cuento que hable de esperanzas y alegrías. La mira y quiere plasmar esa magia en una foto. Entonces cruza por su mente esa idea absurda de pedirle un poco de inspiración. Porque ya no quiere robarla, no quiere tomarla prestada. Quiere que lo miren a los ojos y se la den. Que le regalen un trazo, una palabra, como ese fantasma que le regalo el Clepsidra. Pero no puede llegar a ella, no sabe como. Así que baila con su amiga. Y con la otra amiga, y ni siquiera recuerda sus nombres aunque se los pregunto hace cinco minutos. Pero no importa porque la observa a ella. Quiere escribir un poema cliché, algo sobre una mujer sin edad. Una mujer que es a la vez niña y viceversa. Y va por otra cerveza y le pide al que pone la música una canción. A ver si así se atreve a pedírselo. La noche avanza, las luces del Clepsidra pierden intensidad a medida que el sol amenaza con sacarlos de la fiesta. Sin darse cuenta esta bailando con ella, Ego baila un poco más allá. Los Miedos acumulan botellas de cerveza en la mesa junto a la ventana.

Una pausa, un minuto de silencio. ¿Te pedo hacer una pregunta? Le dice y se arrepiente de inmediato. Pero los Miedos están demasiado borrachos como para decirle algo. Ego hace una pequeña mueca, como si hubiese querido decir que no. ¿Se mi musa? Y se arrepiente más aún. Los Miedos se pararon a bailar junto a él. Ego se aleja hacia la barra. Se siente estúpido, ridículo. No sabe como salir del embrollo. Olvídalo, le dice. Pero ella lo mira como preguntándose si ha estado bailando con un loco. Quizás no este tan equivocada. ¿Cómo pude pedirle algo así? Se pregunta. Ni siquiera es un buen artista. No dibuja ni escribe tan bien. No sabe suficiente de escultura, ni de fotografía. Solo es un tipo con muchas historias en la cabeza. Así que se excusa, y desde entonces la evita. Después de todo ya no queda mucha noche. El barman, que todo lo observa se muere de risa mientras seca una copa. Ego se toma un último vodka y los Miedos bailan como orangutanes. Se abren las puertas del bar, ella se aleja y el se queda solo, esperando a que se vuelva a hacer de noche para beber mas whisky y quizás, olvidar esos ojos.

1 comentario:

genesis alba fallfield dijo...

los fantasmas del clepsidra, no podría salir nada mas que belleza y encantos de una imaginación irritada. Es que alguien encontró algo bello que mostrar, a pesar que el camino para poder verlo sea tortuoso. Musas... lastima que la musa solo provenga de la belleza, a pesar q esa belleza sea detestable, tanto para nuestros ojos al mirarnos a nosotros mismos, o porque lo que observamos no es otra cosa mas trivial.

Me gusto tu texto... hace tiempo que no te buscaba para leerte

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