miércoles, 25 de agosto de 2010

A quien le importa ya que las mentiras se acumulen cuando los pies ya no responden y el borde se aproxima exhalando un vaho de milenario tedio. Si en el fondo nos gusta toda esa mierda de mantenerse aparte, de callar cuando queremos gritar y esquivar miradas cuando queremos que se sumerjan en la nuestra. A quien le puede servir ya tanto espectáculo colorido y tanta identificación con la nada. Estamos, me temo, ad portas del final. Me subiré a un barco canturreando alguna de Cash y navegaré hacia el sol a ver si así siento su calor.

3 comentarios:

Fernanda dijo...

Si quizás nadie callara lo que no se debe callar, si quizás todos dijeramos las cosas tál y como son, quizás... no seriamos lo que somos ahora.

Jana. dijo...

A mi a veces me gustan las crisis como estas, donde nada, ni la educación, ni la salud, ni el respeto, ni la confianza, funcionen. Sólo la autonomía. Es re-cuático, pero es verdad. Toda crisis implica cambios y de una destrucción con construcción... ahí es donde debemos actuar, no callar -JAMÁS!-. Salir a las calles, organizarce, pero sin deberle devoción a algún grupo particular, sólo a tu propio pueblo.
No hay que arrancar, hay que quedarse, pa' seguir destruyendo-construyendo, pa' hacernos parte de algún "mínimo" cambio :)



Un abrazo enormemente fraterno, Tomás.
Cuidate mucho :)

Sil dijo...

No suelo callarme nunca y eso ademas de ser algo que me encanta de mi personalidad, tambien me ha traido varios problemas :) en fin, no se puede ser perfecto...

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